El cerebro del ser humano está formado, desde un punto de vista reduccionista, por dos mentes: La mente racional y la mente emocional. La mente racional piensa y la emocional siente. Ambas se comunican e interactúan para dar sentido a nuestra vida. Con ellas, somos capaces de interpretar el mundo que nos rodea. La mente racional es consciente, es analítica, precisa, reflexiva…mientras que la mente emocional procesa un tipo de conocimiento impulsivo e irracional. Daniel Goleman, autor de la Inteligencia Emocional, identifica estos dos tipos de mente y los nombra cómo: Inteligencia racional (contempla lo que hemos entendido hasta ahora por inteligencia) y la inteligencia emocional (concepto novedoso hasta su formulación y descripción).
Nuestras decisiones, pensamientos, opiniones…se ven influidas por nuestras emociones, y en ocasiones la emoción puede ser tan intensa que puede desbordar nuestra parte racional.
Las emociones generan en todo ser humano y animales, una respuesta automática, instintiva que nos lleva a dar una rápida respuesta (sin consciencia) para garantizar nuestra supervivencia. De esta manera, las emociones nos empujan hacia la acción y es en este punto donde tenemos que trabajar para regularlas.
La inteligencia emocional comienza a desarrollarse dentro del núcleo familiar o entorno de cuidado primario del niño, es decir, con sus figuras de apego. Dentro de este sistema la criatura comenzará a entender cómo funciona el mundo emocional, que emociones y sentimientos tiene, como reaccionan los demás ante sus emociones y cómo le ayuda el adulto a regularlas. Por tanto, este primer entorno será fundamental para su desarrollo; sin embargo, aunque en este entorno no se favorezca el desarrollo emocional, la inteligencia emocional se puede trabajar y desarrollar a lo largo de toda nuestra vida.
Daniel Goleman, diferencia entre la inteligencia intrapersonal, capacidad de hablar y entenderse a uno mismo. Por ejemplo, antes de emitir una conducta/acción la persona habla consigo mismo para regular su respuesta. Ejemplo: Ante una situación de enfado antes de contestar, me digo a mi mismo voy a contar hasta 10 y después respondo. La respuesta que se dé posteriormente estará regulada y con un nivel de emocionalidad menor.
El autocuidado, la meditación o la capacidad de razonar con uno mismo es muy importante para lograr el bienestar emocional.
Esta capacidad requiere de práctica diaria y cambio en la visión del mundo.
Hay personas que no tienen esta inteligencia emocional y que tendemos a identificar como persona muy temperamentales, que a menudo se desbordan y suelen dar respuestas emocionales (sin regulación) y posteriormente se suelen arrepentir de hechos o palabras que han dicho cuando las emociones les han invadido.
¿Cómo fomentar la inteligencia emocional? Os proponemos los siguientes ejercicios:
- Autoconocimiento: El primer paso para entender las emociones es aprender a identificarlas por lo que con este ejercicio vamos a crear un vocabulario emocional. Al final del día apunta en un papel cuál ha sido tu estado emocional en general. Trata de buscar unos minutos para tu reflexión, analiza como te has sentido y los comentarios que te han podido hacer otras personas acerca de tu estado emocional.
- Escucha Activa: Dedica unos minutos al día a escuchar de manera activa a la otra persona, sin juzgar lo que dice y sin tratar de replicar o dar un ejemplo personal. simplemente siéntate a escuchar y a prestar atención desinteresadamente. De esta manera, favorecemos la empatía.
- Meditación/Respiración: Puedes practicas la meditación o ejercicios de respiración profunda. Cierra los ojos, inhala profundamente por la nariz, siente como el aire llena tus pulmones y exhala lentamente por la boca. Repite esto varias veces al día.
Finalmente, os dejamos un video corto explicativo acerca de la inteligencia emocional: